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¿Cuántos contadores frustrados existen? ¿Médicos? ¿Abogados?
Todos sabemos que los niños debieran de seguir su pasión, pero qué pasa cuando deben seguir la de sus padres? ¿Cuántas veces un padre deja de ver a su hijo y se ve a sí mismo?
Cuando el adulto busca que su hijo tenga las mejores notas en el colegio, que sea abanderado o que sea el que se destaca -por nombrar solo algunos logros discutibles-, se olvida de que puede estar alejando al niño de lo que realmente desea ser.
Estas son necesidades o preocupaciones de los adultos; raramente, de los chicos. Pero, cuando las transmitimos en nuestros hijos, muchas veces generan un alto grado estrés y sobre-exigencia, que no se corresponde con la edad.
¡Ser niño también es difícil! ¡Tanto como ser adulto!
Hay tantas expectativas puestas en ellos, que a veces nos preguntamos si están viviendo su vida o la de sus padres.
En el libro Frankenstein educador, de Philippe Meirrieu, se reflexiona acerca de la “educación como fabricación”. El autor cuestiona las prácticas de enseñanza que solo buscan crear una obra para enseñar al mundo, sin tener en cuenta lo que los niños desean ser.
Cuidado, porque cuando criamos niños para que nos hagan sentir orgullosos, esto puede estar alejándolos de lo que realmente quieren ser ellos. Es decir, los alejamos de su propia esencia.